"Me cuesta mucho decir que no a un plan, incluso si no me apetece, porque si no voy siento que me perderé un momento importante, e incluso que se olvidarán de mí". Giovana Pergentino tiene FOMO, es el acrónimo de las siglas en inglés de "fear of missing out". Es un tipo de ansiedad social que provoca miedo a perderse algo.
El término comenzó a utilizarse en 2010, y aunque no está reconocido por la RAE, sí aparece en diccionarios como el de Cambridge. En él se define como un sentimiento de preocupación provocado por poder perderse eventos emocionantes a los que asistirán otras personas, especialmente causado por cosas que ven en las redes sociales.
Giovana Pergentino, o Gio como le gusta que le llamen, tiene 23 años, es brasileña y actualmente reside en Barcelona. "Siempre estoy intentando hacer planes, un fin de semana sola en casa es un fin de semana desperdiciado. Además, si no asisto estaré pensando en lo que las otras personas estarán haciendo sin mí, y en lo bien que se lo deben estar pasando".
No puede parar de hacer actividades, debido a ese miedo que tiene a perderse el momento, pero esto no es lo único. Todos estos planes tienen que quedar expuestos en redes sociales para demostrar(se) que realmente no se está perdiendo nada, y que su vida es tan plena como muestran los demás. La baja autoestima que carga se alivia cuando publica.
El FOMO provoca estar pegado continuamente al móvil, no únicamente para subir el contenido propio, sino para "vigilar" a los demás, con la finalidad de que ningún plan se le pase. "Cuando no voy a algún lugar, y luego veo las historias de Instagram lo paso mal, y tengo una sensación de pérdida".
Hacer fotos pensado que quedarán como recuerdos es una idea de tiempos pasados, ahora importa el presente, pero no para gozarlo, sino para exponerlo. La foto ya no es para el álbum que se enseñará a los futuros hijos, las fotos son exclusivamente para todos aquellos seguidores a los que muchas veces ni se conoce, o con los que se ha compartido poco más que una cerveza en un velador o una noche de fiesta.
El verano es el momento perfecto para exponer todo lo "bonita e ideal" que es la vida, ya que se trata de la época del año en la que se comparte más cantidad de contenido relacionado con el ocio y el ámbito social. Esta exhibición cada día está más normalizada, y para quienes sufren FOMO es su ruina. Es un cóctel molotov perfecto para explotar su miedo.
Giovana reconoce que su ansiedad aumenta durante el verano. Entrar en las redes sociales durante estos meses es ver todo un festín: comidas en chiringuitos, botellones en la playa, fiestas en barcos, viajes... y todos estos planes acompañados de mucha gente, y una supuesta felicidad.
Adriana Esteban, psicóloga del Instituto Centta, explica que durante esta estación suele incrementarse la ansiedad social porque al tener más tiempo, el consumo de las redes sociales es mayor. También se tiene más oportunidad para mostrar la imagen que se quiere compartir de uno mismo. "Se vive con mayor presión por la necesidad de complacer a los demás".
"El Síndrome FOMO no forma parte -todavía- de ninguna categoría diagnóstica en los manuales de psicología y psiquiatría", aclara Adriana Esteban Sin embargo, indica que los profesionales de la salud mental reconocen esta patología a través de un conjunto de síntomas: dependencia a las redes sociales, aumento de las relaciones virtuales, baja autoestima y miedo a no sentir pertenencia a un grupo.
Giovana suele aceptar todas las propuestas que recibe: "Incluso si no soy tan amiga de ese grupo de personas o no me gusta el lugar al que van a ir". Cada vez que realiza una actividad da fe de ello en las redes sociales: "Al menos subo una foto que demuestre que estoy en ese sitio o con esa gente".
Para las personas con FOMO la exposición en redes de lo que están haciendo es una condición autoimpuesta, y por supuesto, más en verano. "Todo debe publicarse para mostrar a los demás un estilo de vida concreto, con el objetivo de reforzar una valía que depende de la mirada del otro", comenta la psicóloga del Instituto Centta.
"Todos, de manera normal y habitual, tendemos a compararnos con los otros", explica Guillermo Fouce, psicólogo, y presidente de la Fundación Psicología Sin Fronteras. Lo que sucede en personas con FOMO es que debido a su baja autoestima esta comparación se dispara, y piensan que "la vida de los otros es mejor que la suya, porque idealizan lo que ven".
Existe una hiperconexión que "provoca relaciones efímeras, muy poco profundas, lo que conlleva a un estado de ansiedad y soledad, aunque estén constantemente relacionados con los otros."
En algunos casos hay una alteración del patrón de sueño por un uso excesivo del teléfono. "Sacrifican horas porque el tiempo que pasan durmiendo es tiempo que otros están exponiendo contenido y no pueden "quedarse atrás", como si de una carrera sin fin se tratase". Al final, se produce un deterioro significativo de la calidad de las interacciones fuera del mundo virtual. Se aíslan de la familia y se mantienen en un estado de ira y enfado cuando no se encuentran interaccionando virtualmente.
La esfera laboral y escolar también se alteran. Se produce "una disminución de la motivación porque dejan de ser ellos mismos para ser lo que los demás quieren o esperan. Viven para publicar todo lo que hacen, no para prestar atención o disfrutar de las actividades que realizan, porque no les interesa vivirlas sino mostrarlas", recalca la psicóloga Esteban.
Durante 2021 Gio comenzó a ir a terapia, y ahí fue donde se dio cuenta que "este tipo de conducta no era normal". "Muchas veces soy consciente de que estoy teniendo FOMO y aun así lo ignoro, porque la ansiedad de perderme el momento habla más fuerte". Confiesa que también hay situaciones en las que no se da cuenta hasta al día siguiente de que aceptó un plan "por puro FOMO".
En ocasiones se arrepiente de haber salido, ya que reconoce que lo hace sin ganas: "Me gusta cuando llueve, así puedo culpar a la lluvia de que no salgo por ello, y me quedo más tranquila". También ha salido en ocasiones en las que estaba enferma: "He ido de fiesta incluso con amigdalitis severa porque no era capaz de perderme el momento".
Actualmente no acude las sesiones psicológicas, pero tiene intención de volver. "En terapia pude comprender mi tendencia a querer formar parte de un grupo y a seguir las normas sociales que nos imponen".
Este síndrome se da sobre todo entre los adolescentes y los jóvenes. "Son los que más tiempo dedican a las redes y los que menos herramientas tiene para gestionar sus emociones", señala Adriana Esteban.
"Es la etapa del ciclo vital en la que construyen su propia identidad, y no presentan una autoestima sólida que pueda hacer frente al impacto emocional que se desprenden de las interacciones virtuales. Se convierten en las víctimas principales de esta nueva era tecnológica".
Las nuevas generaciones nacen con un móvil debajo del brazo, sus padres se lo ponen desde pequeños con música o dibujos para que se entretengan. Esto provoca que el uso de estos dispositivos se introduzca en la vida cotidiana como una actividad más. Se normaliza en exceso su uso.
"Los adolescentes son el colectivo más reticente a aceptar que esto es un problema", expone Vanesa Fernández, psicóloga y profesora de la Universidad Complutense. "Los adultos han vivido en un mundo en el que no existían en las redes, y pueden llegar a comprender lo que les está pasando. Pero a los adolescentes les cuesta mucho porque no entienden cuál es el problema, lo ven como una pauta de vida".
"Cada vez se ve más como sufren si no están pendientes". Los casos de FOMO crecen, debido a que "erróneamente se está adelantando demasiado la edad a la que se le da el móvil a los niños, y el problema va decreciendo en edad de diagnóstico", acentúa Vanesa Fernández.
"Cuando le das un dispositivo como un móvil a una persona que no tiene capacidad para controlar sus impulsos, ni para interpretar las imágenes que ve a través de las redes sociales, empiezan a aparecer trastornos de todo tipo, entre ellos el FOMO".
El FOMO se puede prevenir. "Los padres no deben hacer la vista gorda, y ser consciente de que su hijo de 12-13 años no está preparado", expresa Vanesa Fernández. "Hasta los 15-16 años no es momento, lo que pasa que si retiras totalmente a los niños de las redes los aíslas", por lo que los padres deben ejercer un control sobre las horas que se pasan en ellas.
"Cada vez veo más en la consulta a chicos con baja autoestima, queriendo tener vidas ideales, con expectativas que no existen, con sentimientos de que su vida es una mierda y un fracaso porque no saben interpretar los mensajes".
El FOMO se puede prevenir. "Los padres no deben hacer la vista gorda, y ser consciente de que su hijo de 12-13 años no está preparado", expresa Vanesa Fernández. "Hasta los 15-16 años no es momento, lo que pasa que si retiras totalmente a los niños de las redes los aíslas", por lo que los padres deben ejercer un control sobre las horas que se pasan en ellas.
"Para solucionar el problema lo primero de todo es que se tome conciencia de este, para que las personas acudan a terapia lo antes posible", incide la psicóloga Fernández. Por ello, se trabaja con una terapia positivo conductual que va dirigida a que "el paciente sea capaz de controlar los niveles de ansiedad, y así controlar los impulsos que le llevan a estar constantemente buscando que hacen los demás".
"Del mismo modo, se trabajan los problemas de irritabilidad, ira, la baja autoestima y el bajo estado de ánimo que suelen tener los pacientes con FOMO", explica la profesora de psicología.
"Mi mensaje para todos ellos es que pidan ayuda a un profesional de la psicología para que pueda acompañarlos a entender que sus conductas vienen derivadas del miedo, y que actúan reforzando este mecanismo: el miedo a perderse algo les lleva a estar constantemente conectado, perdiéndose finalmente lo más valioso. Les recordaría que la vida real es aquella que no se publica", finaliza Adriana Esteban.