La rigidez (casi) nunca es buena y menos aún en la alimentación. Es importante para nuestra salud llevar de forma regular una dieta sana pero esto no significa que no podamos comer de vez en cuando esos caprichos y alimentos que nos gustan. Pues bien, la ortorexia trata precisamente de esa rigidez, es decir, de tener preocupación excesiva por comer sano.
"La ortorexia hace referencia a una preocupación obsesiva por una alimentación saludable", explica a laSexta.com Adriana Esteban, psicóloga especialista en trastornos de la conducta alimentaria del Instituto Centta, en Madrid. Se establece así, "una dieta rígida y restrictiva que excluye el consumo de determinados alimentos (carnes, grasas, ultraprocesados, etc.)", añade.
Pese a todo, la ortorexia es un término todavía muy nuevo, por lo que no existen datos de prevalencia de personas con ortorexia en España. Aunque, y según expone Esteban, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó que el 28% de la población occidental presenta esta enfermedad, la cual continúa sin formar parte de la clasificación diagnóstica de los trastornos mentales el DSM-V (el manual por excelencia de la Psiquiatría).
El creador de este término fue el médico estaounidense Steven Bratman que lo explicó a comienzos de este siglo, en el año 2000 en su libro 'Health Food Junkies' (Los yonquis de la comida sana). Pero ¿qué síntomas o qué señales puede tener una persona con esta preocupación excesiva por la comida? ¿Qué siente o cómo actúa, en este sentido, una persona con ortorexia?
Los síntomas de la ortorexia (la preocupación por comer sano)
Probablemente, las redes sociales y la necesidad de exposición a una vida cada vez más perfecta hayan aumentado la incidencia de la ortorexia.
De hecho, si tuviéramos que explicarlo de forma sencilla, diríamos que "una persona con ortorexia es alguien que vive obsesionado por seguir una alimentación saludable a través del cumplimiento de una serie de reglas estrictas y rígidas que limitan su calidad de vida de forma significativa", explica Esteban.
Así, los principales síntomas que presenta una persona con ortorexia serían:
- Obsesión por la comida sana, sobre todo aquella sin aditivos, conservantes o colorantes.
- La lista de alimentos prohibidos es mayor que la de los alimentos permitidos.
- Dedicar grandes cantidades de tiempo a estructurar su alimentación.
- Planificación obsesiva por las ingestas que conllevan una gran disminución de la calidad de vida.
- Preocupación excesiva por la calidad de los alimentos, lo que conlleva a la pérdida de placer.
- Ansiedad y cambios en el estado de ánimo debido principalmente a la falta de nutrientes y a la alteración de la sensación de hambre y saciedad.
- Sentimientos de culpa asociados si no se cumplen las reglas nutricionales impuestas.
- Aislamiento social ante la dificultad de adaptarse a un contexto en el que la comida esté presente, tipo celebraciones sociales.
- Problemas físicos debido al déficit nutricional (anemia, hiponatremia, pancitopenia, acidosis metabólica, osteoporosis, hipovitaminosis, etc.)
Si la obsesión es extrema, "pueden llegar a desarrollar rituales compulsivos de preparación de los alimentos.
Por ejemplo, verduras cortadas siempre de la misma manera; raciones por grupos de alimentos o comer ordenadamente por colores o formas...", explica la experta.
Y en los casos más graves, puede llegar a desarrollarse un cuadro más complejo de bulimia o anorexia.
"La principal diferencia con estos trastornos de alimentación es que en la ortorexia lo importante es la calidad (y no la cantidad) y tampoco existe un deseo de perder peso, aunque todos ellos comparten la necesidad de perfección", aclara Esteban.
Y es que es fundamental "alejarnos de la rigidez de las pautas severas y restrictivas, que, además de culpabilizadoras, no son nada eficaces a largo plazo, y afrontar los cambios con cierto grado de flexibilidad", tal como asegura Alfonso Méndez, psicólogo y director de la Unidad de Obesidad y Sobrepeso de este mismo centro (Instituto Centta).
Y es que es fundamental "alejarnos de la rigidez de las pautas severas y restrictivas, que, además de culpabilizadoras, no son nada eficaces a largo plazo, y afrontar los cambios con cierto grado de flexibilidad", tal como asegura Alfonso Méndez, psicólogo y director de la Unidad de Obesidad y Sobrepeso de este mismo centro (Instituto Centta).
Comer cosas que nos gustan aunque no sean sanas (a veces)
La clave que los nutricionistas, médicos y profesionales sanitarios sostienen para cuidar nuestra salud y prevenir el riesgo de enfermedades, es la de llevar y mantener una alimentación sana de forma regular. Esto es, en ocasiones y como la propia palabra indica, de forma ocasional podemos permitirnos, si nos gusta, comer ciertas cosas que no son del todo sanas.
En realidad, y como hemos explicado en otras ocasiones, el quid de la cuestión es tener como referencia 'la regla del 80-20'. Esto es, el 80% de nuestra alimentación debe ser una alimentación sana y el 20 % restante podemos permitirnos ciertos caprichos que nos gusten: donut, helados, dulces, etc. disfrutando de ellos y sin remordimientos. Porque como en la vida, (casi) todo es cuestión de equilibrio.
Y esto, explica Esteban, "es una cuestión de flexibilidad cognitiva, un componente esencial en el desarrollo vital del ser humano.
Es lo que nos permite adaptarnos al medio en el que vivimos, entre otros.
Ayuda a no obsesionarse, a moderarse y mantener un equilibrio, no pasando a un extremo como podría ser una ortorexia, anorexia, vigorexia y otros muchos.
Necesitamos darnos el permiso de disfrutar y experimentar el placer por aquello que nos gusta y que, en muchas ocasiones, coincide con aquello que nos prohibimos". Por lo que "si establecemos unas reglas rígidas en nuestro estilo de vida, todo aquello que se salga del plan será vivido como un fracaso. El control es el enemigo del placer.
No podemos disfrutar de algo si estamos pendientes de controlarlo", añade la experta. Por lo que en estos casos es muy importante, "diferenciar la preocupación por llevar a cabo un estilo de vida saludable y el extremo de la obsesión por ello. Este último escenario es peligroso en tanto en cuanto el control se vuelve cada vez más extremo, limitando la posibilidad de elección y reduciendo así la sensación de libertad", finaliza.
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